Nunca guardo ni ahorro, hablo en alto mis silencios, bebo de ríos y arroyos y en charcos sucios los baños. Camino de espalda y a veces a saltos, de cabeza en cabeza sobre sacerdotes y santos. Los zapatos los malgasto por andar cabeza abajo, mirando el firmamento arriba y el infierno hacia abajo. No esperó que lo comprendan ni que hagan penitencia, las palabras se las lleva el viento, como el cuento de María Sarmiento.
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